jueves, 15 de noviembre de 2012

La clave se encuentra en la raiz. Por Ramón Rodríguez Alcalde

Todo comienza con sembrar una semilla en algún suelo fértil, si las condiciones atmosféricas lo permiten nacerá una pequeña planta. Con el paso del tiempo, a base de paciencia, lluvia, un clima que permita su crecimiento, etc. esta pequeña planta se podrá convertir en un precioso árbol.

No todas las semillas que se siembran en la tierra llegan a ser hermosos árboles, no porque ellos mismos hayan decidido no serlo, si no porque su entorno no se lo ha permitido. Por falta de agua y luz solar por ejemplo, se convierte en un árbol seco, sin hojas, no llega a florecer, no puede ofrecer frutos, se retuerce, da la sensación de que está muerto en vida.

¿Qué pasa con las personas? Con las personas pasa exactamente lo mismo, no todo el mundo puede disfrutar de convertirse en una persona acomodada, con un buen trabajo, con una familia estable, no tener que subsistir diariamente, etc. Desgraciadamente esto es así, y pasa lo mismo que con los árboles, el causante más importante de que no todas las personas puedan llegar a alcanzar lo dicho anteriormente, es el entorno.

Un entorno favorable, es decir, un entorno en el que no sean escasos los recursos, un entorno que está aceptado socialmente hablando, un entorno que facilite el afecto, el desarrollo de la autonomía personal, la formación de la personalidad, el desarrollo de capacidades para la toma de decisiones, etc. convertirá a las personas que habiten en él probablemente en “hermosos árboles”.

En cambio, un entorno no favorable, es decir, un entorno en el que abunde la escasez de recursos, un entorno que no está aceptado ante los ojos de la sociedad (excluidos sociales), un entorno no favorable para el desarrollo de la autonomía personal, la formación de una personalidad sólida, etc. convertirá a las personas que habiten en él probablemente en “árboles secos”.

He de decir, que no vengo a referirme que siempre todos los árboles que crecen en un determinado lugar, serán de una manera u otra. A veces en los bosques donde están los árboles más hermosos puede ocurrir una catástrofe natural y destrozarlo todo, o un grupo de árboles son tan avariciosos que absorben todo el agua que pueden dejando a unos pocos sin nada, al igual que en los lugares donde habitan árboles secos, puede llegar a darse una gran época de abundantes precipitaciones o ciertos árboles adquieren una gran capacidad de adaptación y sobreviven aún habiendo adversidades.

Tal vez esté dando la sensación de estar escribiendo sobre flora, pero verdaderamente quiero transmitir todo esto para aplicar esta metáfora a las personas, a nosotros mismos.

Puedo estar tan en lo cierto como no estarlo, simplemente es mi humilde punto de vista.

He aquí donde yo concibo el lugar de los educadores sociales, en los bosques de árboles secos.

En estos bosques es donde más hace falta la ayuda de alguien que riegue sus raíces, no sólo para que los riegue, porque si no ya entraríamos en temas de asistencialismo, si no también para que ellos mismo aprendan a regarse por sí solos, para poder enderezar sus ramas, para poder llegar a florecer, para poder llegar a ser un árbol hermoso.

Sócrates decía:”Si fueses un campesino, ¿considerarías fracasado al árbol que no da fruta el mismo día que los demás?” Yo me atrevo a asegurarte que un educador social no lo consideraría fracasado.

El educador se convertiría en un posibilitador de nuevos horizontes, de nuevos bosques en los que habitar, un punto de apoyo en el que fijarse para comprender ellos mismos cual postura sería la más apropiada para adoptar, un referente que les ofrece las habilidades necesarias para que puedan llegar a ser árboles erectos, es también el encargado de informarles de que si les hace falta agua hay un rió tras la colina, que si lo que necesitan es luz solar que no se preocupen porque hoy está nublado pero mañana saldrá el sol, el encargado de bajar hasta sus raíces y averiguar todas y cada una de sus necesidades y todo lo que haga falta para el desarrollo de este.

Todo bosque comienza con un árbol y cada árbol ya sea hermoso o no, forman parte de él y todos tienen el mismo derecho a disfrutar de la madre naturaleza, y si algunos no pueden gozar de esta, ayudaremos, los educadores sociales en lo posible para que puedan lograrlo.


Ramón Rodríguez Alcalde
Colaborador del Blog

2 comentarios:

  1. Los centímetros con los que se miden a las personas no son proporcionales para medir la grandeza de hombres como tu. Me queda tanto que aprender y esta enseñanza esta en personas como tu y no en la universidad.

    Siempre he partido de la afirmación que son los pequeños detalles los que diferencian a las grandes personas.

    Gracias por contribuir con tu labor, una alegría compartida es una doble alegría.

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  2. Buen artículo, añadir, que la exclusión social es debida, en parte, a las ilusiones creadas por el dinero, medios de comunicación, modas y demás competiciones erigidas por el Ego. Los constructores se encargaron de ello. Saludos.

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