lunes, 28 de enero de 2013

21 dias en la cárcel

Unos dirán que es ilógico, otros les verán coherencia, quizás yo solo pueda entenderlo, pero el simple hecho que me ha llevado a escribirlo ya suscita un pensamiento en mí.

Puede que sea atrevido pero bajo mi humilde punto de vista los centros penitenciarios guardan una cierta comparación con un complejo hotelero. Similitudes muchas, diferencias quizás solo una, la voluntad de entrar en ellos.

Ambos tienen un recibidor en el que quizás no todos te acojan de igual modo, en unos recibirán miradas cercanas, en otros distantes e imperantes demandando desde la entrada respeto. Tan solo cuatro puertas te privan de un valioso poder que tiene el ser humano, la libertad. Unos escapan a espacios hoteleros en busca de la misma, quizás presos del tic-tac que determina esta sociedad. Ese tiempo estresante que agoniza a muchas personas, reprimen y estrangulan a muchas otras bajo el desgaste mental del ¿Que puedo hacer con todo este tiempo?, o ¿Que he hecho durante todos estos momentos?.

En cuanto al servicio dentro de este tipo de centros es muy diverso al igual que puedes encontrar en cualquier complejo turístico. Existen personas que disfrutan poniendo cafés y desayunos, otros quizás están oprimidos en alguna incapacidad o frustración personal que indirectamente repercute negativamente en los destinatarios de su trabajo. Es algo digno de admirar. Nuestros actos son consecuencias de nuestras vivencias y situaciones personales. Una de las cosas en las que mas atención he prestado en este centro han sido las miradas y la forma de caminar. Existen miradas distantes, cercanas, oprimidas, exaltadas, etc; a fin de cuentas miradas para muchos, para otros palabras oprimidas.

El caminar de la vida es una cuestión muy recurrente para justificar nuestro destino o algún pasaje de nuestras vidas, comparamos nuestro quehacer con un recorrido marcado o predeterminado. En este hogar, en el que papá aún no te ha dado la llave para poder salir cuando quieras, he visto a personas caminando constantemente. Lo más apreciable es la posición de sus miradas, orientadas hacia el suelo, quizás sea el peso de sus vidas el que hace no poder levantar su cabeza. La dirección de sus pasos siempre es la misma, caminar hacia un punto para luego retroceder. El camino de este tipo de centros es quizás el mismo, personas que vuelven al mismo lugar de donde han salido. ¿Puede ser que algo este fallando?.


No todo está perdido, pese a que a veces caigamos en el error de creerlo. He tenido la suerte de conocer a personas que pueden hacer florecer rosas sembradas en cemento. La educación viene ligada con el afecto. Dificultades de hacerlo posible quizás muchas, pero no hay mayor dificultad que la de creer que algo no es posible. La mayor acción educativa es generada por la cercanía en que se produce. Una de las capacidades a requerir para que se produzca esta acción es como se postula la persona ante la otra. Hablemos del camarero que no se siente cliente. El señor que sirve un café sin pensar en como de bueno lo tomara la persona. Ni por asomo se me ocurriría hablar de clientes en el entorno penitenciario, cuando se habla de clientes se produce una mercantilización de la acción.

En cuanto a la libertad, es una cuestión compleja, pero a la misma vez extraordinariamente simple. Los límites de la libertad son tan diversos como la variedades de entornos en los que se puede desarrollar una persona. Una de las premisas que tengo en consideración a la hora de analizar a una persona es que en definitiva somos fruto de nuestras experiencias vividas. Estoy seguro de que estamos a tan solo un paso de estar privados de libertad de forma legitimada (Cárcel), no olvidemos que en mayor o menor medida somos presos de algún modo en nuestras vidas.


La cuestión es estar en el momento exacto envueltos en unas circunstancias concretas que determinen las consecuencias de nuestros actos.

Existe una mano invisible que delimita nuestra libertad y a la misma vez la garantiza. Lo que a algunos beneficia a otros perjudica. Una persona que se desarrolla en un marco “marginal” cuenta con ese hándicap para desenvolverse en esta sociedad competitiva y materialista. La legislación en cierto modo, y en considerables circunstancias, delimita la libertad.

"Somos servidores de la ley, a fin de poder ser libres". Cicerón (citado en Friedrich, Carl Joachim (1982). La filosofía del derecho, p. 57. ISBN 8437502241).

El surgir de los Centros de Inserción Social (CIS) es algo enriquecedor pero si son sólidos los principios de acción que sustentan la actividad del mismo. Eso es algo no controlable que es determinado no desde el mismo centro sino de la sociedad que envuelve al centro. Quizás los focos a tratar no son los que tenemos tipificados como conflictivos, marginales, desestructurados, etc; ¿Que fácil es señalar con el dedo verdad?

El mayor problema es, valga la redundancia, abordar los problemas desde las consecuencias y no desde las causas. Como bien dijo un profesor con casi treinta años de experiencia en centros penitenciarios: “Chavales todo lo que tenga un “re” delante (re-inserción, re-estructucturación, etc.) es que algo bien no se ha hecho antes”. Desprenderse del porqué les ha llevado hasta aquí y pensar en que puedes hacer para no volver es la cuestión a considerar en la labor del CIS. 

CIS Evaristo Martín Nieto - Málaga
 
Otra cuestión a tener en cuenta es como se impone el respeto en espacios tan ricos de diversidad como este. El mayor inconveniente es la gran afluencia de personas, la agilidad con la que rotan en el mismo y el poco tiempo que permanecen allí. La mayor capacidad para generar respeto es estableciendo un vínculo afectivo sólido, cuestión difícil en estos espacios. Quizás mi concepción sobre la educación se aleja un poco de estos marcos de intervención pero sueño en que se puedan extrapolar a los mismos en mayor o menor medida.

Un espacio enriquecedor y que da luz a este centro es la escuela. Es como la mesa del restaurante que da con vistas al exterior y reserva la pareja para disfrutar del paisaje.

Lo más valioso que puedo llevarme como vivencia en el centro fue quizás uno de los últimos días en el cual tuve la suerte de ver como una persona se despedía de los allí presentes. Ambos cruzamos las mismas puertas y las mismas medidas de seguridad, pero no los dos pudimos apreciar con la misma intensidad lo maravillosa que es la vida. Yo salía de las practicas, él salia de cumplir una condena. No hay mayor condena que vivir, ni mayor experiencia que la vida misma. Es tan dura la existencia, que puede que pasar por este tipo de centros te haga apreciarla aún más. ¿Puede ser?, no lo se. No considero que tenga la capacidad para poner en tela de juicio esas cuestiones en tan poco tiempo.


Dado a las circunstancias que se acontecen, el tiempo tiene un valor en alza, por ello os agradezco esa capacidad para regalar algo tan valioso.

Juan Manuel Corral Maldonado
juanm.corral@uma.es


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