El paso del tiempo y su percepción. Es una de las cuestiones en las
que me detengo a pensar con asiduidad. ¿Vivimos en nuestro presente,
atendemos al pasado o nos afanamos al futuro?. Según Mario Benedetti:
"Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el
tiempo".
Aún recuerdo la lentitud del paso del tiempo cuando era
pequeño, el modo en que mi preocupación más inmediata se centraba en el
ahora. Quizás ese sea el motivo por el cual los niños viven con toda
su intensidad todos esos acontecimientos que les entusiasman y
disfrutan como los mayores no somos capaces de hacerlo. Siempre hago
saber que deberían de ser nuestros mayores referentes, porque muestran
al mundo la mayor esencia del ser humano.
Los mayores vivimos aferrados al mañana, mayoritariamente nuestras
preocupaciones giran en torno a cuestiones dinerarias o materiales.
Vivimos en la preocupante preocupación de atender a todas esas
"responsabilidades" que socialmente se nos imprime en nuestra sesera.
Hemos sidos esclavizados por esta sociedad consumista que nos hace
olvidarnos de nosotros mismo y de la percepción del paso de nuestro
tiempo presente. Si nos centramos en el mañana, estamos olvidando
nuestro hoy.
Como dice Nach: ""La codicia ha contaminado las
almas de los hombres, ha levantado en el mundo barricadas de envidia, de
rencor, nos ha llevado a la miseria y a la matanza. Hemos crecido
demasiado deprisa, y ¿de qué ha servido?, la tecnología que proporciona
abundancia nos ha dejado en la indigencia, nuestra ciencia nos ha hecho
cínicos, nuestra inteligencia duros y vacios, hemos empezado a pensar
pero hemos dejado de sentir, nos hemos convertido, en esclavos del
destino”.
Esclavos de un destino sin destino, en el que el lugar
de llegada no atiende a nuestros puntos de partidas. Desde la escuela se
establece un listón y somos medidos con el mismo rasero. Estamos
evocados a perpetuar una educación basada en la revolución industrial
sirviente del capital, la cual atiende a una optimización de los medios
de producción.
Ese tic-tac nos asfixia, intenta hacer de
nosotros una maquinaria incesante que no piense, sino que haga. No
estamos educados para cuestionar y reflexionar sobre lo que se acontece a
nuestro alrededor.
Por ello, y mil cuestiones más, es por lo que
sucumbo a lo más profundo de mi interior con cierta asiduidad. Para
allí encontrarme con mi "yo" más humano y puro, ese que intento cuidar y
no dejar que se contamine por estas corrientes que nos envuelven. Si
algo anhelo es no desprenderme de ese niño que todos llevamos dentro,
ese que un día se sorprendió por el gesto más ínfimo y se ríe sin motivo
aparente. Ese que lucha con todas sus fuerzas por aquello que quizás
los mayores no le demos sentido.
Juan Manuel Corral Maldonado
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