El presente es complicado pero el futuro es nuestro. Me niego a que se
cuestione a una generación sobrecualificada que ha asumido el riesgo de
perderlo todo a cambio de un sueño. Ese es el precio que asumo cada vez
que salgo de casa, porque si soy orgullosamente de pueblo y eso tiene un
precio, y me marcho a 70 km para intentar hacer mi vida. Ese es el
esfuerzo que supone haber pasado años conciliando estudios y trabajo por
el sueño de recomponer y sobreponernos del lastre histórico,
ante una privación generacional de posibilidades, cultural y
educacionalmente hablando. No somos unos flojos, no hemos entendido de
fines de semanas, fiestas y ocio cuando nos hemos inmerso de lleno en
unos estudios, grados, masters e investigaciones. No somos una
generación perdida, somos una generación desolada a la que nos han
arrebatado el sentimiento de creencia, pero aquí seguimos..., en pie,
firmes y contundemente trabajando para cambiarlo. Por nuestros abuelos
que no pudieron, nuestros padres que se esforzaron para ello y los que
queden por venir por su dignidad: nuestro deber es subvertir la
situación actual.
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